En dos cosas acertó de lleno Giuseppe Tornatore con esta película de 1988: realizar un retrato fiel del papel que desempeñó el cine en un determinado momento y elegir al compositor autor de una banda sonora que casa a la perfección con el carácter entrañable de la pelicula.
Mecidos por las melodías de Ennio Morricone, asistimos a los recuerdos de un director de cine. La muerte de un amigo del pueblo siciliano en el que creció le hace evocar un sinfín de recuerdos: sus primeros y clandestinos acercamientos a la sala de proyección, que curiosamente era la iglesia del pueblo, el papel de la censura, la admiración por el encargado de proyectar las historias que harían soñar a todo el pueblo, la emigración, la guerra, el primer amor...
Cinema Paradiso es también un canto a la amistad entre un niño al que la guerra ha privado de su padre y el proyeccionista del cine de pueblo, que lo tomará como discípulo para enseñarle todo lo que necesita aprender sobre e oficio pero también le dará alas para salir del pueblo y comprender que la vida es algo más que lo que aparece en la pantalla.